lunes, 20 de diciembre de 2010

Where the wild things are… Romanticismo Indie para todos los públicos


Con esta película se nos presenta la mejor oportunidad de abrir una puerta al sorprendente mundo de Adam Spiegel.
Este multidisciplinar amante de la estética punk nació en Rockville en el 69, rodeado en su juventud de skates y bmx adoptó el sobrenombre de Spike  antes de mudarse a Los Angeles a los 17 años, allí trabaja en una revista donde aspira a algo más que entrevistas y fotografía, se estrena en la dirección de videoclips musicales trabajando de inicio para grupos como Sonic Youth o Beastie Boys, “Sabotage” filmado en 1994 proclama su adelantada, atrevida y particular visión de cómo hacer cine en un video de 3 minutos, cuando su excasa experiencia como actor databa entonces de un único papel en la película “Mi vida loca”, en 6 años comparte algunas apariciones como actor con la grabación de 39 videos músicales y la dirección de su primer largo en 1999.
Es entonces cuando a sus 30 años debuta dirigiendo a John Malkovich donde el famoso actor hace una parodia de si mismo, papel similar el que adopta Christopher Walken bailando claqué con 58 años [en 2001] en el vídeo de Weapon of choice, de Fatboy Slim a las "órdenes" del polifacético Jonze, estos y más variopintos trabajos se suceden en sus primeros 15 años de su carrera en los que huye de etiquetas buscando la emoción al hacer realidad todas sus ideas por muy fuera de lo convencional q estas sean.
Su último trabajo “Where the wild things are” es una adaptación sin concesiones del famoso cuento escrito por Maurice Sendak con el mismo nombre, en el podemos ver como influye la amistad entre ambos hasta el punto en el que nace una película que huye de ser otra fácil y presuntuosa superproducción para niños, tenemos delante nuestra una película para el niño que todos llevamos dentro, no hay límite de edad para poder sentir visionando esta obra perfecta, basada en los recuerdos que tenemos de nuestra infancia.
En la película Max es un niño de 9 años para el que el mundo es un enorme misterio…Quieres entenderlo todo, pero son muchas cosas, sufres cambios repentinos, afrontas emociones impredecibles y eso te ayuda a crecer, a aprender, a desarrollar tu forma de enfrentarte al mundo, por ello la película refleja todos tus sentimientos más primarios, sin excluir el miedo, sentimientos que son familiares para todos.
Cómo gestionamos nuestras sensaciones, nuestros sentimientos, lo que nos gusta, lo que no, esto no es algo que sea únicamente adulto, empieza cuando comienzas a tener relaciones sociales siendo niño y en esta película podemos volver a vivir este momento.
Spike Jonze, metódico y detallista, se toma 6 años para rodar este filme en el que para acabar de sorprendernos nos revela que el montaje de la película se hizo pensando en una banda sonora ejecutada con anterioridad por Karen O, la cual acompañó al equipo de rodaje durante gran parte del mismo, como si de su ADN se tratase. Un experimento que da como resultado una comunicación más nítida del sentido de esta fábula.

por Xecapa.


sábado, 18 de diciembre de 2010

El placer de escuchar

¡Quiero mas!, eso es lo primero que uno piensa tras visualizar “La Silla de Fernando” película documental de Fernando Trueba y Luis Alegre. Y es que la facultad de buen orador y comunicador no está para nada valorada en esta nuestra sociedad de hoy en día donde se premian y admiran otro tipo de cualidades como la belleza, el éxito y la juventud.

     Fernando Fernán-Gómez consigue la dificilísima tarea de mantener al espectador quieto en su asiento durante hora y media de simple y llana reflexión acerca de España,  de las personas, de la cultura, de la vida en general…muy pocas personas pueden resistir el reto de entretener a sus oyentes con el simple hecho de hablar, para ello hay que poseer dos cualidades: tener cosas interesantes que contar y saber contarlo, cualidades que sin ningún tipo de dudas cumple el protagonista de la cinta.

     En la nochevieja de 1990 unos jovencísimos Trueba y Alegre fueron invitados por Juan Diego a tomarse unas copas a la casa de F. Fernán-Gómez donde como era habitual se reunían personas relevantes del mundo de las artes como Paco Umbral, Manuel Aleixandre o Agustín González y el recuerdo que les quedó de aquella velada no fue el continuo suceder de brindis, chistes o bailes sino la magnífica capacidad oratoria del anfitrión, algo que les hizo sentir como unos auténticos privilegiados y que 16 años después trataron de compartir con el público.

     Ingmar Bergman decía que envejecer es como escalar una montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen pero la mirada es mas libre, la vista más amplia y serena,  doy fe de ello en el caso del genial cineasta español donde a sus ya 85 años se permitió el lujo de realizar disquisiciones con total sinceridad y carente de ningún tipo de prejuicio. El paso del tiempo es un buen aliado para opinar con claridad sobre la España de la guerra civil, la miseria de la postguerra, o de la vida noctámbula que llevó junto a sus compañeros de profesión siempre con una expresividad, serenidad, tono, desesperanza y riqueza en anécdotas admirable.

     ¡Que magnífico placer el de hablar con propiedad y escuchar con atención! ¡Que maravilloso valor ese de una buena conversación! ¡A la mierda los que no quieran disfrutar de ello!

por Caarte

domingo, 12 de diciembre de 2010

El referente Cohen

     Nick Cave: “cuando lo oí por primera vez yo vivía en una ciudad llamada Wangaratta de Victoria, una ciudad muy conservadora. Fui a casa de un amigo y su hermana mayor tenía “Songs of Love and Hate”…no te puedes hacer una idea de lo extraordinario que era que alguien tuviera ese disco en Wangaratta. Ella lo puso y recuerdo que simplemente me sentí la persona más cool del mundo al haber descubierto esto que me separaba de todos los demás y de todo lo que Wangaratta detestaba.”
     Pocas figuras reúnen una unanimidad tan absoluta como lo hace Leonard Cohen entre sus compañeros de profesión, no importa la edad, nacionalidad o estilo musical, todo aquel que alguna vez se haya dedicado a la tarea de escribir canciones tiene al canadiense en su altar particular.
Bunbury: “siempre me ha parecido el mejor letrista de la historia del pop, del rock o de lo que sea. Tiene el grado de poesía, de ironía, de descripción y de narración ideal. Una mezcla perfecta en un solo texto. Muy por encima de Dylan. Cuando conocí a Leonard Cohen me temblaba el pulso y no sabía que decirle. Era para mí una figura venerable.”

     En el caso de Cohen sí se puede decir sin miedo a equivocarse o sonar pretencioso que antes de cantante fue un poeta, desde muy joven frecuentó los círculos literarios de Montreal, jóvenes que se reunían a leer y comentar poemas suyos o de clásicos como Walt Whitman, jóvenes que pensaban que con la poesía se podía cambiar el mundo.

     Bono: “algunas personas hacen puertas, los carpinteros, algunos podan setos, algunos son fontaneros, algunos son médicos o enfermeras. Uno siente que Leonard Cohen es songwritter, va a trabajar en eso. Leonard no te da la sensación de: “me desperté una mañana y apareció esta hermosa canción…allí, recién pintada”. Con él es: “No, no, esta canción tuve que esperarla mucho, mucho tiempo”. Él es un hombre que dentro de una canción pop introduce grandes ideas, grandes sueños. Me recuerda a Keats, o a Shelley, los poetas que leía de niño, cuando lo descubrí pensé:” Este es nuestro Shelley, nuestro Byron”, había una rareza en su lenguaje, era la sobrecarga sensorial del lenguaje lo que me afectó inicialmente.”
Y es que para Cohen escribir una canción es algo muy serio, algo divino que requiere toda la dedicación y perfección posible, no se conforma con una primera versión no, el escribe y escribe versos, prueba y prueba estrofas hasta que por fín crea tener la versión definitiva aunque todo el proceso le puede llevar años.

     Su influencia en todo el panorama musical de los últimos 40 años es admirable, muchos han versionado o mostrado pleitesía al hijo de Nathan B. Cohen: grupos grunge como Nirvana o The Pixies, celebridades del jazz como Sony Rollins, maestros del flamenco como Enrique Morente e incluso grupos de hard core como Sisters of Mercy que se pusieron de nombre el título de una canción suya y por supuesto cantautores de nuestro tiempo como Rufus Wainwright o Nacho Vegas: “no me atrevería nunca a colaborar con Leonard Cohen, me conformaría con limpiarle los zapatos antes de un concierto.”

     Sus letras van más allá, no se conforma con buena métrica, grandes rimas y fluida musicalidad, nos ofrece imágenes bellísimas, profundidad abismal, delicada sutileza todo ello envuelto unas veces en fina ironía otras veces en una melancolía gris que sella su estilo personal. Como sino se puede explicar que letristas tan reputados como Joaquín Sabina en plena composición de su álbum “Vinagre y Rosas “ junto con el poeta Benjamín Prado y ante la relectura de de “Everybody Knows” exclame: “que maravilla! es inmejorable!, al lado de esto, todo lo que hemos escrito es bisutería, no merece la pena seguir intentándolo, reúne todo lo que hemos escrito y quemémoslo en un callejón.”

The Edge: “cuando pienso en Leonard pienso en los primeros días de la Cristiandad donde desde el principio entendieron que para oír la voz de Dios tienes que ir a un lugar muy, muy silencioso, y lo hicieron y ése fue el comienzo del monacato donde la gente se aislaba, se iba al desierto y hacía esfuerzos por escuchar, se mataban de hambre. No creo que Leonard haya tenido que llegar hasta ese punto, pero él es el hombre que, para mí, baja de la cima de la montaña con las tablas de piedra tras haber estado allá arriba con los ángeles.”

Quizá el mejor homenaje que se le pueda hacer es aquel que le hizo Robert Allen Zimmerman: “si no fuera Bob Dylan me gustaría ser Leonard Cohen.”

por Caarte.

Miles Davis: Kind of Blue

     Hoy ha vuelto a sonar en mi silencioso salón. Evans entra con unos acordes misteriosos, Chambers hace una diablura con el contrabajo y aquí lo tenemos inmerso en el silencio, paso a paso dentro de nuestro cuerpo el que es posiblemente el mejor riff de la historia del jazz, todos le siguen a coro, y una vez expuesto el tema, Davis entra con una maravillosa improvisación de trompeta, le acompaña sutilmente Evans de fondo. Poco después Coltrane explota, no podía mas, tenía algo que decir y entra con su saxo tenor, excelente como siempre, improvisado pero conciso, directo. Es “So What” primer tema de Kind of Blue, nueve minutos de puro jazz modal, improvisación que establece el clima, la atmosfera de lo que está por venir. No me canso de escucharlo, una y otra vez.

     Dos de Marzo de 1959, estudio de Columbia Records en la calle 30 de New York, construido sobre una antigua iglesia Armenia donde sus salas (gracias a sus paredes, suelo y techo de madera) ofrecían una acústica extraordinaria, a eso de las dos y media se reúnen varios de los mejores músicos jazz del momento encabezados por Miles Davis, la gran estrella. Iban a cambiar el rumbo de la música sin saberlo. Bueno, Miles tenía una idea de lo que iba a intentar. Había estado en Paris hacia dos años, grabando la banda sonora de “L´ascenseur pour l´echafaud” de Louis Malle, allí sin ensayos se encerró con su banda en una sala donde tras visionar varias veces la película empezaron a improvisar, y surgió de manera natural una gran banda sonora. Pero Miles quería más. Reunió a los mejores del momento, Coltrane y Cannonball Adderley a los saxos, Evans y Wynton Kelly al piano, Paul Chambers al bajo y Jimmy Cobb a la batería. Quería crear un nuevo jazz, algo rompedor, desarrollando improvisaciones sobre escalas en vez de acordes. En dos únicas sesiones, sin ensayos y en una sola toma grabaron esta genialidad. La química entre los músicos es genial, los solos se van alternando, la armonía fluye, todos quieren participar y saben cuando y como tienen que hacerlo.

     Todos ellos tenían madera de líderes, pero Miles era la estrella. El símbolo afroamericano. En 1987, Miles fue invitado a un homenaje a Ray Charles en la Casa Blanca, apareció vestido con unos pantalones negros de cuero, un chaleco encima de otro y una chaqueta de smoking con una serpiente roja en la espalda. Una estirada e impertinente señora de la ”alta suciedad” de Washington le preguntó por sus meritos para estar allí presente, a lo que Miles, tan espontáneo y directo como siempre, contestó: “Bueno, he cambiado el rumbo de la música cinco o seis veces. Ahora, dígame: ¿qué ha hecho usted de importancia, aparte de ser blanca?”.
Era un jazzman con gancho sexual, vestía impecables trajes de corte europeo, conducía un Ferrari blanco. Tocaba de espaldas al público en numerosas ocasiones, se iba del escenario antes del final sin despedirse dejando que su banda acabase el espectáculo. Por ello firma este disco, aunque muchos entendidos han cuestionado su autoría. Evans contribuyo de forma clave en varios temas, solo en uno se le reconoce como co-autor… Miles vendía más y era el único capaz de atraer tanto talento a sus órdenes, bajo su batuta. Sin embargo, todos aportan lo necesario. Sorprende la elección de un segundo pianista (Wynton Kelly), cuentan que cuando Wynton entró en el estudio y vio a Evans se quedo sorprendido y perturbado, ambos pensaban ser únicos pianistas, pero Miles supo apreciar todo el blues en las notas de Kelly (como se aprecia en el ritmo saltarín y juguetón de “Freddie Freeloader”), y el ritmo y la sutileza de Evans.

     Quincy Jones afirmó que "en un caso hipotético en el que desapareciera todo rastro de la música de jazz, bastaría con tener Kind of blue para poder explicar el género”.
Kind of blue, una especie de tristeza… el disco que cambio de manera brusca el rumbo del jazz y de la música.

por Ardemo.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Para que tú te llamaras Ángel González

Para que tú te llamaras Ángel González hizo falta un anchísimo espacio y un larguísimo tiempo que desembocaron en Pedro González Cano y María Muñiz, el primero se fue cuando apenas tenías dos años por un capricho del destino, la segunda te sacó adelante en el peor de los escenarios: noticias alarmantes en desvencijadas radios, vecinos que arriesgan su vida con medias mentiras, vecinos que traicionan toda una vida en común porque piensan distinto a ti, revoluciones que te quitan a tus dos hermanos mayores, casquillos de bala en la calle y muros que intentan inútilmente aguantar el impacto de las bombas del 36.
Tuviste que dejar las calles mojadas de tu Oviedo natal y su Fuertes Acevedo 8 todo bajo la atenta mirada del silencioso y guardián Naranco, para postrarte en una cama de León y leer, leer y leer…Juan Ramón Jiménez, Lorca, Alberti…y animarte a empezar a escribir tus primeros poemas, poemas cargados de realismo social.
Anidaste en varios lugares, en distintos lechos, bajo numerosos cielos: Oviedo, León, Madrid, Alburquerque…y en todos dejaste amistades a raudales, risas, noches que mueren con la claridad cegadora en los ojos, y en todos buscaste la soledad, esa fiel amiga con la cual reflexionar, pausarte y escribir esos poemas que hablan del paso del tiempo, de la muerte antes de estar en ella, del rocío que se posa en los hierbajos furtivos de las calles de Oviedo.
Profesor, periodista, crítico musical, funcionario y poeta, sobre todo poeta fueron los disfraces en los que te escondiste en tus 82 años de vida, esos son los ropajes con los que te gustaba definirte y no los ropajes que nos sirven para ir decorosamente por la vida y cubrirnos del frío, esos nunca te gustaron, podías llevar chaquetas de hace 15 años o mezclar una camisa roja con un gastado pantalón azul.
Oviedo sigue igual, con sus perennes nubes que amenazan lluvia, sus calles frías y grises y sus gentes de aspecto serio y jovial al mismo tiempo, y Madrid pues también sigue allí donde la dejaste, con su bullicio y sus prisas y con su cafetería Kon-Tiki con sus vasos a medio vaciar y tu mesa solitaria esperando a que vuelvas a posar tu whisky sobre ella…ya no es la misma ciudad que conociste hace 60 años, esa ciudad donde escribiste: Aquí, Madrid, mil novecientos/ cincuenta y cuatro: un hombre solo./ Un hombre lleno de febrero,/ ávido de domingos luminosos,/ caminando hacia marzo paso a paso,/ hacia el marzo del viento y de los rojos/ horizontes- y la reciente primavera/ ya en la frontera del abril lluvioso…-/ Aquí, Madrid, entre tranvías/ y reflejos, un hombre: un hombre solo.
El tiempo sigue su lento caminar pero tú ya no estas y es una lástima la verdad.

por Caarte.

martes, 7 de diciembre de 2010

L.A.Woman: últimas palabras, fuera!

El último año de vida de Jim Morrison fue una sucesión de excesos;una borrachera tras otra y la nueva afición a la cocaína marcaban el desenfreno total donde ya no había vuelta atrás, solo cabía esperar al final, su fiel amigo. Pero entre tanta celebración alcohólica Jim y el resto de The Doors tuvieron tiempo para grabar uno de sus mejores discos y sin duda alguna el más maduro de los seis que grabaron.
Debido al poco compromiso que por aquellos tiempos ya mostraba el excéntrico frontman con los diferentes proyectos musicales el disco tuvo que ser grabado en muy poco tiempo, en unas sesiones en el estudio que son casi actuaciones en vivo ya que el trabajo de postproducción es mínimo.
Poco quedaba ya del grupo pop-rock del año 67 y sus hits superventas, en apenas 4 años se habían convertido en una autentica banda de blues-rock con un sonido mas gastado, menos fresco y mas genuino. Donde mejor se reflejaba la transformación de la banda era en el aspecto de Jim Morrison, había dejado su imagen de sex symbol a un lado para transformarse en un poeta de espesa barba y 20 kilos de más, huía a toda prisa de su imagen de rock star con el único objetivo de transformarse en un hombre de letras anónimo, cosa que ya era imposible de conseguir.
La voz de Jim suena mejor que en cualquier otro disco, ahora ya es muy áspera, desgarrada y quejosa, los excesos hicieron un buen trabajo en este sentido, la guitarra de Krieger y el órgano de Manzarek siguen con su habitual trabajo de contrapunto y yuxtaposición, cada uno camina por sí solo (aunque menos que en otros discos) pero son esos dos caminos independientes los que crean el sonido The Doors.
El disco se abre con “The Changeling” una clara declaración de intenciones, es el último rugido del león, aun les queda fuerza y energía en el cuerpo, algo que demuestran también en su ya clásica L.A.Woman, una canción de casi 8 minutos donde se superponen los cambios argumentales y los versos que Morrison dedica a “su ciudad”. El disco donde mas sorprende es en su manejo con el autentico blues, tanto el sonido instrumental como la voz de Morrison están mas cerca de un grupo de mas de 50 años que de unos veintañeros que aún eran The Doors. Cuando uno oye a Jim recitar the cars hiss by my windows/like the waves down on the Beach/I got this girl beside me/but she`s out of reach/ no cabe otra opción que imaginarse a un vagabundo en medio de la noche bebiendo de una botella mientras vé pasar la vida ante sus narices. En el disco también hay tiempo para satisfacer las listas de ventas con “Love her madly” al frente, una composición de Robbie Krieger.
El disco al igual que en “The Doors”, “Strange Days” y “The Soft Parade” se cierra con un tema de larga duración que fueron un sello genuino en la carrera de la banda, en ellos Jim daba rienda suelta a sus inquietudes, miedos y visión del mundo. En esta ocasión la canción se trata de “Riders on the storm” donde bajo el inquietante e incesante repicar de la lluvia y la batería aparecen esos versos tan trágicos, oscuros y decadentes: Riders on the storm/ into this house we`re born/ into this world we`re thrown/ like a dog without a bone/ an actor out on loan

Por Caarte.
                                                                                                                           

lunes, 6 de diciembre de 2010

Guerra y Paz: la novela total

Si el objetivo de Tolstoi al enfrentarse a esta novela fue  plasmar la realidad en todas sus vertientes posibles hay que decir que lo logró con creces. Por eso no hay otra manera de calificar a este libro que total, total porque narra con exquisita riqueza lo que acontece en los campos de batalla de las guerras napoleónicas, total porque refleja con todo lujo de detalles como era la vida ostentosa y vacía de la aristocracia en Moscú y San Petersburgo, total porque indaga de manera brillantísima en las dudas morales a las que se enfrentan sus numerosos personajes y total porque reflexiona audazmente sobre cuestiones políticas y sociales como si de un gran filósofo de tratara.
Aunque con mas de 600 personajes la novela desgrana las andanzas e inquietudes de cuatro familias de la aristocracia rusa: Los Bezujov, los Bolkonsky, los Kuraguin y los Rostov, entre ellos se va tejiendo una red de situaciones donde reinan el honor, la ambición, el amor, la valentía, el reconocimiento social, la hipocresía, la desesperanza y el patriotismo, todo ello ambientado en la época de máxima gloria del emperador francés Napoleón obcecado en crear el mayor imperio jamás visto.
La narración salta de la vida en los lujosos salones aristocráticos donde quien posee más dinero es quien es más admirado y envidiado a la vida en el ejercito ruso, en especial las inconmensurables descripciones de las batallas de Austerlitz y Borodinó, donde quien más valor posee es quien es más admirado y elogiado. Uno cuando lee el desarrollo de esas famosas batallas desde el punto de vista de cualquiera de sus personajes logra abstraerse de la realidad y situarse en medio del horror de la guerra, las balas silbando, el ruido ensordecedor de los cañones, los gritos de desesperación, el silencio de la solitaria muerte, la sin razón de la sangre a borbotones...la riqueza de matices es extraordinaria combinando personajes ficticios como Pierre Bezujov, Andrei Bolkonsky, Nikolai Rostov, Denisov, Kuraguin, Dolojov etc etc con personajes históricos como Napoleón Bonaparte, el zar Alejandro o el general Kutuzov.

Lev Tolstoi aparte narrar de manera genial toda la trama de la historia con sus numerosos y magníficamente definidos personajes se detiene en hacer disquisiciones sobre cuestiones políticas, sociales, morales o filosóficas criticando de manera férrea la inutilidad de las guerras y el comportamiento de sus cabezas mas visibles. Para Tolstoi los soldados rasos son quienes tienen más mérito en la batalla, los que realmente se juegan la vida engañados por falsos conceptos patrióticos y quienes pueden cambiar el curso de la Historia, siendo los altos cargos, generales y emperadores quienes menos valor poseen y quienes mas presos del destino son, estando sus actos condicionados por el devenir de la Historia y no al revés, son simples marionetas al servicio de la Historia.

Durante toda su vida Tolstoi gozó de mucha riqueza y reconocimiento pero al final de la misma y ya convertido en un pensador revolucionario y casi maestro espiritual renunció a todo ello y decidió vivir ascéticamente conforme a sus principios y solidarizándose con todo el pueblo llano en contraposición a la exuberante aristocracia a la que siempre perteneció, quizá en la etapa final de su vida comprendió la verdadera escala de valores  de la vida, vida que nadie mejor que él logró plasmar en la novela total titulada Guerra y Paz.

por Caarte.


sábado, 20 de noviembre de 2010

Tom Waits. Macerado en whisky

Como diría Ray Loriga sobre Jim Morrison o Dennis Hopper, nunca salgas a la calle sin sentirte como Tom Waits. Sentirte como Tom Waits no te convierte en Tom Waits, pero no sentirte como Tom Waits te convierte en casi nada.

¿Es Tom Waits el tipo mas cool del planeta aun pareciendo un espantapájaros urbano? Lleva un gastado sombrero negro siempre caído sobre el ojo izquierdo, un traje demasiado pequeño, quizás elegante en otro cuerpo, un abrigo que es a la vez demasiado grande y demasiado pequeño, siempre puntiagudos zapatos negros, con los que patea cualquier puerta que quiere abrir, barba de dos días, y su eterna perilla bajo el labio. Parece haber pernoctado en un barril de cerveza a la puerta de cualquier bar de mala muerte. O haberse escapado de cualquier película de Tim Burton ( ¿por qué no le diste un papel cuando hacías buenas películas Tim?). Como él mismo gruñe: “llevo un águila tatuada en el pecho, solo que en este cuerpo más parece un petirrojo”.

Su voz es un carraspeo escabroso, áspera y yerma como un paisaje de Oklahoma, Arkansas, Texas… Voz quejosa, rascosa, macerada en whisky, rota como un coche abandonado en la cuneta de una interestatal americana. Una voz que podría guiar barcos en la más densa niebla, comunicarse con los cantos de sirenas. Siempre cantando en lo que parecen lenguajes extinguidos de bárbaros, vikingos o visigodos.

Tom Waits es un juglar leproso con voz rota, un bufón, un artista de vodevil de los años 40, el rey del cabaret brechtiano. Sus canciones te llevan a vecinos golpeando paredes, a coches abandonados, anuncios de neón, trenes lentos y sonoros, peleas de parejas, vasos medio vacios, discusiones de bar.

Siempre que te imaginas a Tom Waits lo haces caminando por una carretera de eterna recta, vagabundeando al más puro estilo Kerouac en “On The Road”, en un bar donde te encontrarías a Bukowski relamiendo un vaso, donde Bandini busca a sus musas, bares que parecen cerrados incluso cuando estas dentro, que no te dan prestado más que una buena patada en el culo. Mugrientos bares de ciudad o polvorientos de carretera.

Compone canciones subido a un taxi, mirando por la ventana, anotando lo que ve; putas, anuncios de lavanderías, sirenas de policía, gritos… e intenta ponerlo todo en una canción. La música en el mundo Waits parece sonar mejor a través de las paredes de un hostal barato de L.A, a través de un megáfono de policía, de un tocadiscos viejo y destrozado. Canciones cantadas bocabajo, si es posible con la cabeza dentro de un retrete mugriento y con un ventilador girando cerca raspando algo con sus hélices.

Para Tom Waits la música, los instrumentos, son algo distinto. Es como si a un niño le regalas un juguete y se pone a jugar con el envoltorio. Compra instrumentos de miles de dólares y va al lavabo y la tapa cayendo sobre el inodoro le atrae más. Como un mono con un soplete.

Se supone que iba a hablar de la música de Tom Waits… quizás en otra entrada.

Nos quitamos el sombrero por usted Mr Waits.

por Ardemo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El concierto para violín de Beethoven

Ludwing van Beethoven es para muchos el músico más grande que jamás existió, solo Bach y Mozart osan hacerle competencia en tan inútil a la vez que socorrido título. Ello es debido principalmente a sus sonatas para piano, cuartetos de cuerda, conciertos para piano y sinfonías, en estos cuatro géneros el genio de Bonn desplega toda su maestría, destreza y grandeza. Tras él, la música cambió su función en la sociedad, dejó de ser la acompañante de reuniones de diversa índole para ser un Arte con mayúsculas, digno de admirar, expresión de los sentimientos humanos mas elevados, espejo de la naturaleza y reflejo de los nuevos vientos de libertad que trajo la revolución francesa primero y Napoleón Bonaparte después, del cual Beethoven era un ferviente admirador en un principio para mas adelante pasar a ser su mas grande decepción, una vez que aquel traicionó sus principios de libertad en favor de una ostentación del poder excesiva.
El concierto para violín no fue un género en el que se prodigó, de hecho solo escribió uno, y lo hizo como encargo del violinista mas afamado del momento, Franz Clement, músico que le ayudó mucho en la composición de su también única ópera Fidelio.
En su primer movimiento, un Allegro ma non troppo, ya vislumbramos que estamos ante una obra inmensa, de las que pasan a la posteridad, el comienzo orquestal está protagonizado por un tema que se repetirá a lo largo del movimiento y que es muy genuino de Beethoven, golpes secos que tejen una melodía poderosa, trágica a la vez que bella, una vez entra en escena el violín solista la riqueza ornamental es inagotable y el baile que realiza con la orquesta a lo largo de los casi 25 minutos! le confieren la categoría de composición sinfónica.
El tradicional segundo movimiento lento es un Larguetto de una belleza inmensa donde el violín flota por encima del mar en calma que dibuja el resto de la orquesta.
Sin pausa entre un movimiento y otro (al igual que en el concierto para piano nº5) comienza el tercer movimiento, donde regresa la fuerza con un tema muy impetuoso a la vez que agradable de escuchar, que no abandona en todo el movimiento, este da paso al alegre virtuosismo del violín y finalmente vuelve el poderío característico de una orquesta beethoviana para cerrar la obra.

por Caarte

Rondo, movimiento 3º