Recién estrenada la mañana, apenas debería de estar empezando a clarear ahí afuera, al otro lado de la ventana, me coloco los auriculares a gran volumen y empiezo a dejarme persuadir e inundar por el mágico sonido del teclado que dibuja “Yourself asleep again”, de repente aparece la peculiar voz de él, del joven vagabundo que parece recién surgido de una profunda caverna.
Él es Micah P. Hinson (Tennessee, 1981) y el disco es su ópera prima (Micah P. Hinson and the Gospel of Progress, 2005). Cuando te encuentras de vez en cuando con un disco de esos que te dan la vuelta, te descolocan, que te hacen replantear todo y que no puedes dejar de escuchar una y otra vez te sientes dichoso, muy afortunado de que te guste tanto la música y de tener esa joya entre tus manos, y eso es precisamente lo que me pasó a mi cuando descubrí este magnífico disco.
Ya conocía un trabajo posterior del bueno de Micah (The baby and the satellite) y ya me había quedado enganchado a su ronca voz, a sus bellas melodías y a sus emocionantes arreglos, pero fue esa mañana y ese disco los que me convirtieron en un irremediable fan de Mr. Hinson. Recomiendo encarecidamente este peculiar modo de escuchar discos: en el silencio de una habitación y el volumen al máximo para que la música se filtre por todos los poros de tu piel.
Y así después de “Yourself asleep again” llegaron “Beneath the rose” y sobre todo “Don´t you forget” un auténtico himno que todo el mundo debería tener más escuchado que cualquiera de los petardos de adolescentes que mueven las caderas y que nos inundan a todas horas por todos los medios.
A mitad del disco nos encontramos con un remanso de paz inigualable, un oasis de calma y ternura llamado “The nothing” y te preguntas como algo tan simple y minimalista pueda alcanzar esas cotas de belleza e inspiración.
El carácter folk dominante en todo el trabajo se hace especialmente latente en temas como “Stand in my way”, "You lost sight on me” o “Caught in between” donde el tejano de adopción da rienda suelta a sus lamentaciones sentimentales y donde se respira la amargura que una vida como la de Micah lleva consigo: desde muy joven estuvo enganchado a todo tipo de sustancias que le llevaron a dormir en la calle o entre rejas, y de donde sólo pudo salir gracias a su genialidad, su guitarra y su amor.
“On my way” es otro brillantísimo momento del disco donde el tema va creciendo hasta la extenuación y el desgarramiento total de la voz y de la guitarra de Micah llegando a un deslumbrante éxtasis que no deseas que acabe nunca.
Y por fin llegamos al cierre del LP, con un tema de más de ocho minutos de carácter hipnótico (The day Texas sank to the bottom of the sea) que se podría decir que es mi canción preferida de Micah P. Hinson, o sino una de las preferidas. Parece que te está cantando al oído, en un ejercicio de máxima sinceridad y confesión, todas sus soledades e inquietudes. Micah se postra de rodillas ante su amor y reconoce su debilidad, se ofrece ante ella y señala que sólo los pensamientos sobre ella le mantienen con aliento.
Un disco para guardar y recomendar a tus amigos melómanos como hizo conmigo mi buen amigo y compañero de Acabando con la Cultura Luis.
Por Caarte.
Este disco me impacto y me llego tan dentro como a ti. Marco un antes y un despues en mi vida, algo que se puede decir de pocos discos, libros o personas... Me alegro de compartir ese placer que nos otorga Micah contigo.
ResponderEliminarArdemo, Luis