lunes, 6 de julio de 2020

Nacho Vegas. Cajas de música difíciles de parar. Ahondar en la herida.



Corría el año 2001 y un tal Nacho Vegas sorprendió a propios y extraños con uno de los discos más crudos y personales que se recuerdan: "Actos Inexplicables". Publicado por Limbo Starr, el músico asturiano se desmarcaba de lo que por aquel entonces se conocía como “moderno” en los círculos del incipiente indie español para abrirse en canal y destriparse en público. Ejercicio kamikace , que no era lo que se llevaba por aquel entonces precisamente, plagado de conflictos personales y familiares, drogas y excesos de por medio,  impregnaron su sombra de  una innegable aura de malditismo. Y entonces, en vez de recular, llegó 2003 y con él su segunda entrega: "Cajas de Música Difíciles de Parar". El salto fue mortal, la apuesta, a doble o nada: 20 canciones que ahondaban, aún más si cabe, en todos esos conflictos personales, sí, pero que parecían ponernos delante un sucio espejo,  mostrándonos una realidad algo distinta a la que queríamos ver.

Grabado y mezclado por Paco Loco en su estudio del Puerto de Santa María, el disco es un viaje emocional que descoloca en su primera escucha. "Noches Árticas", con coros de J Planetas incluidos, ya nos pone en preaviso: las casi dos horas siguientes van a ser intensas. Profundidad astral para empezar, este no parece ser el mismo autor coheniano de "El Ángel Simón" precisamente. Escribió Jesús Llorente que Nacho Vegas “es alguien capaz de cortarle las alas a un ángel para luego lamer sus heridas”, y es una definición que parece dar en el clavo al prestar atención a canciones tan punzantes como la desesperada "Sólo Viento" o la rescatada y revistada "Etcétera", con ese “nadie a quien amar es nadie a quien dañar”,  honestidad brutal, desarmante.  También "El Salitre", majestuosa, imparable, con esa cantábrica como telón de fondo que parece adueñarse del minutaje entero del disco, ahogándonos en ocasiones con tanta intensidad.

Para contrarrestarlo, Vegas nos da respiros con canciones en las que parece relajarse un poco en cuanto a textos se refiere, proponiendo juegos como "Tu Nuevo Humidificador" o "Por Culpa de la Humedad", que tampoco están exentos de mirada crítica o con historias adictivas como "Maldición" o  la de ese perdedor que dejan tirado en la acera.
Malditismo, intensidad, drogas (“buscadme ahí, en el jardín de la duermevela” canta sin tapujos) misantropía, todas las canciones llevan a lo mismo, si, pero quizá la característica más reconocible de Nacho, la que hace de él uno de nuestro mejores artistas,  la podamos encontrar cuando convergen en el mismo punto ironía y dolor. Porque, seamos claros, en este disco hay mucho dolor y está maravillosamente reflejado. Escuchad "En La Sed Mortal", no se me ocurre mejor ejemplo.
Vegas se desmarcó de la escena indie para volar en solitario y en su camino se dio de bruces con más preguntas que respuestas. Quizá se le cayeron las alas, pero lamió sus heridas con estas canciones. Y cimentó su leyenda.

Por Berto.

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