Se pasea por estrechos pasillos de pintura desconchada,
y entre globos negros y pompas de jabón gruñe:
Dios no está, está ocupado.
Y pertrechado con un bastón, sin dejar de mirarme, añade:
Dios está de viaje de negocios, aquí no, al otro lado.
Y cada una de sus palabras me golpea casi físicamente.
Es un espantapájaros humano que jueguetea con su sombrero,
que ignora a los cientos de pavos reales que le rodean,
y maldice: el mundo lo gobiernan asesinos, ladrones y abogados.
El barco se hunde, y desenterrar muertos también es un trabajo.
Y él les da la voz perfecta a los que han perdido,
y su voz es su instrumento, y es óxido, y a la vez es llanto,
y son todas las emociones de los que alguna vez naufragaron.
Y susurra: Dios no está, y sin embargo, aquí estoy yo para apoyaros.
Pero él sabe bien lo que es sobrevivir mientras el mundo cruje,
y como a todos los que volvieron del otro lado nos lo creemos.
Y esa esperanza, esa victoria, ese pulso que ganó, no se canta;
Se RUGE.
Y mi hija me pide que lo vuelva a poner, intuye que allí hay algo,
Grita: ponme al león!, y a veces lo dudo, pero lo hago.
Y aumentando la sonrisa en el reflejo del cristal lo imito, y ladro.
No sabe que su grandeza no es la del león, es la del perro mojado.
Por Berto Alvarez (Colaboración)
No hay comentarios:
Publicar un comentario