domingo, 10 de abril de 2011

“El viaje a ninguna parte” de F.F. Gómez

El día que Javier Bardem salió al escenario del teatro Kodak de Los Ángeles a recoger su Oscar por su actuación en “No country for old men” dedicó su galardón a los cómicos de España que durante el último siglo habían recorrido esos caminos polvorientos llenos de pobreza y amargura con el objetivo de llevar una sonrisa, un respiro a las penurias de una población gris, marcada por el odio, las rencillas y el hambre.

Cómicos que se lanzaban a la intemperie a representar sus funciones ambulantes, obras de los hermanos Quintero, de Buero Vallejo o de Calderón de la Barca, de pueblo en pueblo, con su carreta llena de vestidos, escenarios e ilusión, pasándolas canutas y mal viviendo, pero aceptando que esa era su única posibilidad, ese era su obligado destino, habían nacido actores y actores morirían.

En ese contexto se encuadra la novela del polifacético Fernando Fernán Gómez, escritor, actor, dramaturgo y director de cine, la España de los años 50, donde aún los destrozos de la guerra civil están muy presentes y el país vive sumido en la miseria, donde el cine ambulante está acabando con una de las profesiones más entrañables que existían y donde los cómicos eran vistos con desprecio por el resto de la sociedad, poco más que gente vagabunda de baja moral y tendente a la vida fácil y libertina.

Si algo caracteriza al libro es la riqueza con la que están definidos su personajes, el protagonista Carlos Galván, entrañable, débil, inocente; su padre, el director de la compañía teatral, un hombre que sólo ha hecho una cosa en su ya larga vida, recorrer los caminos representando funciones y que aunque tenga que dar la imagen de autoridad en el fondo es también un pobre hombre; Rosita y Juani, mujeres de una dureza y altanería desacostumbrada en aquella época; Maldonado, el encargado de las gestiones de la compañía y él único que no tenía lazos familiares con el resto, borrachín empedernido; no nos podemos olvidar tampoco del acertadísimo personaje de Solís el peliculero, competencia de la familia, hombre campechano y sin escrúpulos donde los haya; y mirando desde la distancia a todos esos personajes que representan un estilo de vida aparece uno de los personajes más importantes de la novela, Carlitos, el hijo olvidado de Carlos Galván, un adolescente que entra en la vida de los cómicos y critica con dureza y perplejidad ese estilo de vida que lleva su padre y su familia, su mirada es el contrapunto a el romanticismo con que se describe esa profesión, él ajeno a todo ello sólo ve cosas malas e inútiles a esa manera de gastar la existencia.

Todos los personajes, sus reflexiones, sus aventuras están tratadas con un realismo muy común en F.F. Gómez, personajes muy humanos, antihéroes, con sus miedos muy bien señalados pero con una vitalidad muy destacable, pobres gentes que creen que ante todo hay que vivir la vida que a cada uno le haya tocado vivir con la máxima alegría posible, alegría que se filtra en las páginas del libro con un toque humorístico excelente.

Si alguien quiere saber a quién se refería exactamente Javier Bardem cuando dedicó su Oscar tendría que leer esta magnífica y agradable novela o ver la película que dirigió el propio Fernán Gómez.

Por Caarte.

1 comentario:

  1. Gracias por el artículo, la verdad,me ha despertado el interés por saber de los cómicos de nuestro país y creo que se lo merecen... compraré el libro!

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