Emilio Prados (Málaga 1899- México 1962) fué un poeta perteneciente a la generación del 27 y al igual que muchos de sus compañeros de generación estudió en la Residencia de Estudiantes, durante la guerra civil se posicionó notablemente en favor de la causa republicana y tras la derrota de esta tuvo que exiliarse por el resto de sus días.
La poesía de Prados se puede clasificar en tres etapas, una primera juvenil caracterizada por la reflexión metafísica, acompañada de elementos naturales como el mar, la noche o el viento; una segunda de caracter social marcada por la guerra civil y su desgarro; y una tercera etapa ya en el exilio donde vuelve a interiorizarse haciendo un recorrido existencial de su ser.
El poema que os presentamos pertenece a su primera época y en ella el poeta plasma de manera magistral su actual estado de iluminación donde el materialismo carece de peso y la espiritualidad prima sobre todas las cosas.
Cerca de los 30 años Emilio Prados no puede concebir la vida de una manera que no sea trascendental y en este poema traza claramente su visión de la existencia y de su manera de caminar por ella: su nueva manera de ser la refleja como un estado de auténtica transparencia y llena de verdad, lejos de la contaminación del día a día.
Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño...
Me quedé interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.
Lleno hasta el mismo borde de mis ojos
me iluminé por dentro.
Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo.
Por Caarte.
de lokos
ResponderEliminarq pedazo de empalme llevo con el poema
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