Instantáneas ideadas, así podrían definirse las imagenes del amante de la Leica, pues en ellas uno encuentra la perfección técnica mezclada con la belleza más seductora del mundo que nos rodea. Y es que Tino Soriano podría pasarse horas esperando a que cada elemento del encuadre estuviera en su debido lugar, los colores en su correspondido espacio y las sombras compensando las luces dando lugar el equilibrio completo de la fotografia.
Tino tiene el don de plasmar la realidad creando cuadros perfectos con su característico punto de humor, fruto de la inspiración del maestro Elliot Erwitt. Con el objetivo de materializar estos elogios, he seleccionado una imagen que creo lo representa bastante.
De entrada, choca la división que Tino da a la imagen. Mediante una barra metálica, el fotógrafo parte la escena en dos espacios, uno dinámico y otro estático. En el primero, Tino no duda en encuadrar el haitiano de cintura para abajo, ganando así cercanía e impacto visual. Además, no pierde información sobre lo que ocurre en la escena puesto que aprovecha la sombra del retratado para contar lo que resta fuera de encuadre. Finalmente, la cereza del pastel, son los colores. Un primer plano potente de tonos cálidos capta nuestra atención, después la mirada se desliza a la sombra humana emmarcada por colores más tenues para terminar fijados en el haitiano pensativo que, curiosamente, reposa ante una pared de colores fríos. Casualidad? No, espera y devoción.
Así son las fotografias de Tino Soriano, un escondrijo de teorías del color, de la composición ni qué decir tiene de la exposición. Pero además, esconde un profundo lado humano que hace de sus imágenes algo bello y cercano.
por Nona Codina. (Colaboración).
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