Silban tus acordes en la noche, tiran de ti y te arrastran al viaje, al viaje del tiempo y del espacio, donde todo se reduce y parece insignificante, banal, carente de trascendencia, como la vida misma…y entonces, cuando la mente vuela y el recuerdo apunta y señala, me sitúo en aquel 28 de noviembre del 2008.
La tarde se despide y empieza a caer la noche, enterrando la obligación cotidiana y floreciendo el espíritu de la ciudad, las gentes de varias generaciones acuden y van llenando la sala Bikini en la Diagonal barcelonesa, hay algo de jaleo, ruido de cervezas, conversaciones del día a día, nadie mira al escenario, está vacío y ya tendremos tiempo para ponernos melancólicos, soñar y viajar.
Se apaga la sala, el silencio se hace y crece, todo el mundo mira al escenario, serios y expectantes le vemos salir con la cabeza gacha y un andar precipitado, queriendo huir de ese terreno incómodo que es el protagonismo y los elogios, y entre los aplausos respetuosos, vuelven a aparecer el silencio y los acordes de la guitarra, potente, fina, extensa, espacial, infinita…Antonio levanta la cabeza, cierra los ojos y se deja llevar, el viaje comienza.
Su presencia ahí arriba, en frente de todos, es hipnótica, no puedes apartar la mirada de ese ser enjuto y débil que todo lo llena con su afilada voz y su amplia guitarra, la voz te araña y pellizca el corazón, la guitarra te levanta y te traslada a un estado superior desde donde todo parece pequeño. Todos sabemos que no hay que pestañear, hay que aprovechar, nunca se sabe si esta será la última vez que le podremos ver, su figura está tan demacrada…aunque se lleva mucho tiempo diciendo lo mismo en vano, él no cae y todos lo celebramos.
El viaje es hermoso, tierno y placentero, disfrutamos de la nostalgia, la calidez y la sinceridad, en ocasiones hay fuerza y energía pero el concierto es sobre todo una celebración a la intimidad, el artista desnudo ante su público desgrana su mundo interior, sus amores, sus preocupaciones, sus inquietudes, sus alegrías, todo visto desde allá arriba, desde donde todo parece pequeño e insignificante, ese lugar perdido donde ahora ya debes estar, donde todo tiene respuesta, donde ya no existen los enigmas del espacio y del tiempo, del infinito, de la materia y de la ingravidez, donde por fin comprendes la verdad de los agujeros negros, donde por fin puedes observar millones y millones de galaxias y viajar a miles de años luz. Visto así se puede decir que por fin estas en casa, en el todo y la nada, a donde siempre quisiste pertenecer, la vida al fin y al cabo era un pequeño y pasajero instante donde encontraste sufrimiento, música y cariño de los tuyos y de tus seguidores, eso es la vida: una décima de segundo dentro de la eternidad.
Con los ojos siempre cerrados, gesto concentrado y algún que otro seco y escueto “gracias” vas desgranando tus 30 años de geniales composiciones, aunque lógicamente te centras sobre todo en tú época en solitario, donde ya no tenías la inocencia, ingenuidad y frescura de tu etapa en Nacha Pop, ese grupo que marcó época, en el que tanto disfrutaste y del que un día tuviste que salir porque la vida ya era otra cosa más triste, dura y serena, y tú claro, para reflejar esa vida necesitabas tu espacio, tu ritmo y tu manera de hacer.
“Una décima de segundo”, “Atrás”, “Persiguiendo sombras”, “Lucha de gigantes”, “Desordenada habitación”, “Tesoros”, “Se dejaba llevar por ti”, “El sitio de mi recreo”, “Océano de sol”, “Anatomía de una ola”, “A trabajos forzados”, “Caminos infinitos”…no se acaban las calles al igual que no se acaban las mágicas canciones que nos dejaste para siempre y que nos acompañaran para siempre hasta que nos vayamos a ese lugar perdido donde tú habitas.
El viaje termina con “Chica de ayer”, ese tema que escribiste en la mili, antes de que el sano y deportista joven llamado Antonio Vega Talles se convirtiera en el frágil y demacrado adulto llamado Antonio Vega: la leyenda.
Y despiertas del viaje y sales a la fresca noche, donde la realidad te golpea en la cara, con sus coches, semáforos y gris asfalto, y mientras piensas en lo bien que se estaba allá arriba y de lo mal que se esta aquí abajo, te despiertas de otro sueño en el tiempo y descubres que eso ya pasó hace mas de dos años y que ahora simplemente estas en tu desordenada habitación escuchando esas pequeñas obras maestras que son las canciones que escribió Antonio Vega: el ya fallecido y siempre eterno Antonio Vega.
Por Caarte.
Que lástima haberme quedado sin verlo en directo!!!! Que pena que nos dejara tan pronto. Curiosamente mi canción favorita de Antonio Vega es "Una décima de segundo", no sé por qué, es una letra muy ambigua y compleja, pero me encanta lo misterioso de no saber exactamente a lo que se está refiriendo. Soy Virginia.
ResponderEliminarYo siempre digo que yo no soy de letras que soy mas de melodias, pero para mi Antonio Vega es la persona que ha conseguido que me fije mas en el contenido de las canciones que en la musica de estas. Pero como a muchos grandes genios, un Gigante mas grande que ellos, se los llevo pronto. Quiza eso les hacia genios... Bendito, maldito Gigante.
ResponderEliminarUn gran artista, y una excelente reseña.
ResponderEliminarGrande no, inmenso, imprescindible... Gracias por el recuerdo
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