Henryk Gorecki nos dejó hace ahora un año y con él se fue uno de los compositores más representativos de lo que se ha llamado música minimalista. Nacido en 1933, Gorecki fue en su primera etapa un compositor vanguardista y experimental donde su música era atonal y llena de disonancias, más adelante, en los años 70 Gorecki abandona este estilo para adentrarse en unos cánones más clásicos y escribir música tonal. De esta segunda época es su obra más conocida, la tercera sinfonía o “Sinfonía de las lamentaciones” donde el tema central es el amor de madre, y el dolor de esta ante la pérdida del hijo o hija.
La sinfonía consta de 3 movimientos, todos lentos, siendo la duración normal alrededor de 50 minutos, 50 minutos de una profundidad y paz inigualable. Al escuchar esta obra te sumerges en un océano de calma que rara vez se embravece. La obra está compuesta bajo las premisas de armonías y melodías sencillas y lineales pero no carentes de una belleza extrema. Una soprano acompañada de orquesta son las encargadas de interpretar esta auténtica maravilla musical del siglo XX.
El primer movimiento es la mitad de la sinfonía en cuanto duración y en él la soprano pone voz a un texto del siglo XV inspirado en canciones religiosas de la época donde La Virgen María se despide de su hijo en la cruz.
Mi querido hijo, mi predilecto,
comparte las heridas con tu madre.
Ya que he sido yo, querido hijo, quien te ha llevado en el corazón
y quien tan fielmente te ha servido.
Háblale a tu madre para hacerla feliz,
pues ya me abandonas, dulce esperanza mía.
El segundo movimiento está basado en unas pintadas que se encontraron en una cárcel del sur de Polonia, exactamente en Zakopane, una localidad en medio de las montañas. En aquella cárcel los nazis aprisionaron a parte de la población polaca conquistada, y entre escritos de rabia y odio en esas paredes había unas frases que llamaron poderosamente la atención de Gorecki, fueron escritas por una joven de 18 años (Helena Wanda) que lejos de sentir enojo e impotencia ante su situación lo que hizo es mostrar compasión y acordarse de su madre que era la verdadera sufridora de su desgracia.
Mamá, no llores, no.
Inmaculada Reina de los Cielos,
Apóyame siempre.
Ave María, llena eres de gracia.
Gorecki envuelve este movimiento con lo que quiere ser el viento que reina en aquellas montañas. Realmente conmovedor.
Para el tercer movimiento Gorecki echó mano de una canción popular polaca que hace alusión a una madre que llora desconsolada la pérdida de su hijo en la guerra allá por 1920. La carga emotiva de las palabras de la madre a Gorecki le parecieron dignas de una auténtica poetisa por lo que no dudó en incluirlas en su sinfonía.
Oh cantad para él,
pajarillos cantores de Dios
porque su madre
no puede hallarlo.
Y vosotros, florecillas de Dios,
floreced a su alrededor
para que al menos mi hijo
pueda disfrutar soñando.
Una sinfonía llena de ternura, hondura y sosiego que te arranca del bullicio cotidiano y te transporta a un estadio superior de verdadera paz.
Por Caarte.
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