domingo, 20 de marzo de 2011

Un Paris inagotable

Rincones, Idolos y Recuerdos. Un Paris que no se acaba nunca.

     Si has paseado por Pere Lachaise para poner una piedra sobre la tumba de Modigliani, te has sentado a escuchar el silencio, pensando en él, entonces sabes que Paris no se acaba nunca.
 
     Si le has dejado una rosa a Edith Piaf y te has sorprendido ante el desamparado reposo del talento de Jim Morrison…

   
    
     Si has caminado por Rue Amyot mirando al cielo desde el que Jean Hebuterne se dejó caer, desde el balcón de ese quinto piso del número 8, si has imaginado su cuerpo lleno de vida, pero absorbido por la muerte, en el suelo. Entonces sabes que Paris no se acaba nunca.

     Si has conseguido sentarte en el Café de Flore, en la silla donde Jean-Paul Sartre fumaba en pipa, escribía La Nausea y charlaba con Simon de Beauvoir. Solo un café mas de los muchos que acogieron la esperanza, la inspiración de tantos artistas.


Si has vagado por las calles como Brando cuando rodaba “El último tango en Paris”.
Si has perdido el tiempo, perdido tú entre las esculturas exquisitas, llenas de fuerza, de tensión y de paz y equilibrio a la vez, por los jardines del Museo Rodin. Entonces sabes que siempre nos quedará Paris.

 



















Si has pensado en ser pobre y feliz en Paris, como Hemingway, cazando palomas en los jardines de Rosa de Luxemburgo. Aprobando las dimensiones del pene de Scott Fitzgerald en el lavabo de un bar, posiblemente el del Petit Bar. Entonces sabes que Paris era una fiesta.

Si caminando cuesta arriba y cuesta abajo por las calles de Montmartre en busca del tiovivo de Amelie y su bar, te has perdido incapaz de encontrar su propio mundo de colores y fantasías.
Si has buscado la esquina de Place Des Vosgues donde se encuentra la casa de Victor Hugo para luego saltarte la valla del parque y sentarte a respirar aire del frio invierno.

Si en Bateau-Lavoir has rememorado a Pablo Picasso y otros pobres artistas que vivieron y trabajaron en comuna. Y en “Au Lapin Agile”, en el número 22 de la rue Saules te has sentado en el banquito donde reposaban la borrachera Modigliani y otros contemporáneos antes de dejarse caer por las calles hasta llegar a sus áticos respectivos, posiblemente en el barrio latino. Entonces sabes que Paris era una fiesta.


Porque Paris no se acaba nunca.

Texto y Fotografia por Ardemo.

3 comentarios:

  1. Y aunque haga años que dejé de creer en existencias divinas...."París bien vale una misa".

    Tito mochezno.

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  2. París siempre me resultó mágico, anónimo, envolvente, misterioso, luminoso aún con lluvia y después de leer este genial articulo podría decir... Ahora entiendo un poco mas París.
    Gracias.
    Rosa.

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  3. Una madre es una madre y a París lo encontré en la calle...jajaja.

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