lunes, 31 de enero de 2011

Los 5 Discos que simbolizaron el Brit Pop (1ª parte)

Gran Bretaña, la Pérfida Albión ha sido es y será una fuente inagotable de grupos musicales, grupos formados por jóvenes entusiastas dispuestos a comerse el mundo o sino al menos a intentarlo, jóvenes que piensan que con 6 cuerdas y unas cervezas en el cuerpo se puede conseguir mucho más que estudiando una carrera y ganando un digno salario.

Muchos han sido los grupos británicos que en los últimos 50 años han copado las listas de ventas a un lado y otro del charco, lo que es mas difícil de producirse son los llamados movimientos musicales generacionales, movimientos que aparte de tener éxito y calidad deben gozar de un número considerable de exponentes, aun así Gran Bretaña ha generado unos cuantos de esos.

En un principio fue el rock de principios de los 60 liderado por Beatles y Rolling Stones los que no se quedaron en el intento sino que consiguieron cambiar una sociedad regida por una escala de valores excesivamente tradicional.

Más adelante tomó el relevo el rock sinfónico en manos de grupos como Pink Floyd o Génesis, bandas que hacían una música más compleja y elaborada, y que no trataban cambiar la sociedad sino aislarse de ella y crear paraísos artificiales.

A mediados de los 70 en Gran Bretaña surgió un nuevo movimiento musical, aunque se podría decir que tenía más de social que de musical, ya que en la mayoría de los casos y salvo honorables excepciones como The Clash el nivel musical de sus miembros brillaba por su ausencia, era el punk, del que tomó el relevo la New Wave popera, suavizando el estilo pero sin perder impacto estético, eran los 80 y sus estribillos pegadizos.

Y en la década de los 90 los jóvenes estaban gritando y saltando al compás del grunge de Seattle liderado por grupos como Nirvana, Pearl Jam o Soundgarden cuando en England, una vez mas en England, algo nuevo empezaba a cocerse, era lo que mas tarde fué conocido como el Brit Pop.

Se puede decir sin miedo a equivocarse que el fenómeno del Brit Pop se generó en Inglaterra entre 2 discos que marcaron un antes y un después en la música británica: The Stone Roses con su lp de título homónimo en el 89 y el “OK Computer” de Radiohead en el 97. Entre medias, muchos grupos, muchos discos y muchas canciones que movilizaron a toda una generación y que pusieron a Inglaterra en el epicentro de la música pop-rock mundial.

La mayoría de los grupos que lideraron el Brit Pop tuvieron un disco con el cual deslumbraron y se dieron a conocer, discos que son los mas elogiados por la crítica especializada y por los fans mas puros, pero si hablamos de los discos que reclamaron la atención mundial del negocio musical entonces nos encontramos con los 5 discos que comentaremos a continuación, discos geniales todos ellos que encumbraron a sus creadores como los nuevos mesías del rock & roll.

Por Caarte.

viernes, 28 de enero de 2011

Helmut Newton: el transgresor del s.XX

Helmut Newton divide a los críticos entre los que lo consideran uno de los mejores fotógrafos de moda del siglo XX y los que le acusan de ser un obseso sexual que limita la figura de la mujer en un ámbito puramente carnal. A mi parecer, sus imágenes guardan una explosión sensual del cuerpo femenino que pocos profesionales de la fotografia han conseguido captar hasta el momento.

Uno puede reconocer una fotografía de Helmut con solo mirarla, y no lo digo como algo peyorativo sino todo lo contrario. Este personaje consiguió crear un estilo propio que lo acompañó a lo largo de su vida. Absorto en las curvas de la mujer, Helmut Newton dedicó su carrera en captar la fuerza erótica de sus modelos construyendo imágenes impactantes y glamurosas. Con la ayuda de la luz, acentuaba la sinuosidad de los desnudos sin miedo alguno de romper con los prejuicios del momento. Y es que en la Alemania de los 70s, momento en que el fotógrafo disfrutaba del pináculo de su fama a nivel internacional, no era precisamente una época librada de tabús.

Sorprende ver que, a pesar del increíble archivo fotográfico que atesora, él considera sus imágenes no como arte sinó como resultado de acuerdos comerciales entre él y las marcas de moda del momento. Sus fotos, más que publicidad de joyas, zapatos o trajes de alta costura, són retratos de mujeres que exigen un nuevo papel en una sociedad donde se las subestima.

En este autorretrato, Newton consigue jugar con los distintos planos de la imagen dando al mismo tiempo que profundidad, caos. Pero es un desorden agradable, incluso intrigante, pues uno tiene que pararse un momento para entender la ubicación de cada elemento. El trasero desenfocado en primer término, las piernas vestidas con los míticos tacones de Newton, el espejo, el fotógrafo, su mujer sentada expectante, la puerta abierta a lo lejos... Y cada elemento adopta su rol consiguiendo así sensualidad, fuerza y descaro.

Por Nona Codina. (Colaboración)


miércoles, 26 de enero de 2011

La 6ª sinfonía de Mahler

Mahler no quería que sus sinfonías fueran programadas en los conciertos junto con otras obras, y así lo expresó porque deseaba que los oyentes de sus monumentales composiciones fueran abducidos por el torrente de sonido, temas y expresiones de su música, no dejando lugar a nada más, aislarse del mundo por hora y media y entrar en contacto con la vida, la muerte, el sufrimiento, la naturaleza, etc. Y ciertamente Gustav Mahler consigue ese efecto en el espectador que entra en el teatro con sus problemas, sus alegrías y sus minucias, y de repente se ve envuelto en el mundo mahleriano, en un mundo de idas y venidas de enorme complejidad y absoluta totalidad.

“Mi sexta sinfonía plantea un enigma cuya resolución solamente la gozará aquella generación que haya digerido mis otras cinco sinfonías”, la sexta sinfonía de Mahler es de una notable complejidad, como todas las suyas, pero esta si cabe un poco más, no es fácil de oír y disfrutar y está repleta de cambios ambientales y de distintos escenarios anímicos.

En boca de su esposa Alma Mahler ninguna otra sinfonía es tan autobiográfica como la sexta, "ninguna llega tan directamente del fondo del corazón como esta, es la mas personal de todas a la vez que profética”. Bautizada como “La Trágica” el argumento principal de la composición es la lucha del hombre contra el destino, la lucha del hombre contra la muerte.

La lucha es patente sobre todo en el primer movimiento, donde una marcha triunfante preside el movimiento, escrito en la manera clásica de forma sonata el movimiento descansa en un pasaje muy lírico para luego volver a la lucha.

El segundo movimiento y el tercero son alternados en función del director que ose interpretar la obra, así lo hizo Mahler en su día colocando el tierno y bellísimo andante en segundo lugar o siendo este segundo movimiento ocupado por el magnífico a la vez que riquísimo en matices scherzo.

La apoteosis de la sinfonía llega con el cuarto movimiento, un finale de mas de media hora de duración donde llegamos al desenlace de toda la tensión acumulada durante los tres movimientos anteriores, es la lucha propiamente dicha, con sus crecidas en fuerza, sus descansos, sus subidas y bajadas, su energía y debilidad. Mientras escribía esta obra en 1903 y 1904 el compositor recorría uno de los pasajes mas felices y distendidos en su sufridora y problemática vida, se había casado y tenía una hija, aún así la sinfonía le salió trágica plenamente, puede que fuera por el carácter profético que anuncia ya que al poco la vida le va a deparar tres golpes muy duros y de los que jamás se podrá recuperar: la muerte de su hija de cuatro años de edad, su dimisión de la ópera de Viena por su condición judía y el diagnóstico de una afección cardiaca que acabaría con su vida años después, es por ello que unos años mas adelante Mahler suprimiría uno de sus tres imponentes martillazos del cuarto movimiento, debido a su carácter supersticioso no deseaba que el martillo pudiera ser una metáfora de su propia vida.

A diferencia de casi el resto de sus sinfonías donde el desenlace es esperanzador y triunfante, en esta su sexta sinfonía, Mahler se resigna a la dura realidad, esa realidad donde la muerte (no solo del hombre sino de una manera de entender el mundo) se impone a la vida del impetuoso pero pequeño ser humano. La sinfonía acaba de una manera realmente trágica, en medio de la lucha se desencadena el inesperado final, la expiración del combatiente nos pilla a todos por sorpresa, no hay lugar para esos finales tan grandiosos y culminantes que oímos en otras de sus diez sinfonías.

Por Caarte.


sábado, 22 de enero de 2011

500 Days of Summer

Hay una luz que nunca se apaga. Des-amor Indie.

 

    
     "500 días juntos" es posiblemente una de las comedias románticas mas deliciosas de la década, aun siendo una película de amor no correspondido, de sentimientos desencontrados y muy poco de amor, al menos no como nos lo cuentan en las películas de Hollywood donde parejas superan problemas insuperables para estar juntos y acabar sonriendo eternamente. La cinta de Marc Webb te muestra el amor tal y como es en la vida real, una montaña rusa capaz de inspirarte a hacer locuras o a hundirte en el hastío y la desesperanza. Engorda la lista de recomendables películas indie de los últimos años: Juno, Little Miss Sunshine, Once, Eternal sunshine of a spotless mind (Olvídate de mí), etc.

     Tom Hansen es un tipo romántico y sensible, enfermizamente tímido que sobrevive esperando alcanzar la plenitud en su vida cuando llegue Ella. Summer Finn es vitalista e impredecible, impulsiva y especial, pero de ninguna manera comparte la creencia en el amor de él. Tom Hansen ha sido “dañado” prematuramente por las canciones brit-pop y por una errónea interpretación de la película “El Graduado”. Summer Finn por la desintegración del matrimonio de sus padres. Desde entonces solo ama dos cosas: la primera, su largo pelo negro y la segunda, la facilidad para cortarlo y no sentir nada.

     Marc Webb sabe conjugar la ironía con la candidez, el romance con el desengaño, el respeto al género con la mofa. Es mágico el juego de dualidades en la película. En los sentimientos de los protagonistas, Tom el romántico contra Summer la cínica. En la confusión de Tom versus la claridad de ideas de su hermana pequeña, en la división de pantalla entre las expectativas del personaje encarnado por Joseph Gordon-Levitt y la realidad. En el recuerdo falso y sesgado de una relación y unos momentos que no fueron así contra lo que sucedió en verdad. Que dañino puede llegar a ser el amor, y que puñetera la memoria, que poca objetiva, que únicamente te deja recordar los momentos dulces, te aleja del presente, te ausenta. Y es que, como dice mi escritor favorito, “la memoria es el perro más estúpido, le tiras un palo y te trae cualquier cosa”.

     La escena del ascensor es maravillosa, ella entra con una naturalidad abrumadora, se confiesa fan de los Smiths y ante la cara de embobado de él, ella sale del ascensor como si nada, "ahí te dejo eso" parece pensar. El hilo musical conduce magistralmente la película. Profesa amor a los Pixies desde los momentos festivos del karaoke, propone a los Smiths como camino al enamoramiento, te calma con “quelqu'un m'a dit” y te vuelve a esperanzar con “Please, Please, Please…”. A parte del peso de la banda sonora hay continuos guiños y referencias de gusto y culto. Se cita a Henry Miller, a Oscar Wilde, homenajes a Bergman con “El séptimo sello” y a “El Graduado”.

      Los personajes y actuaciones en estado de gracia hacen la película cercana y dulce, la música y el trabajo de post-producción la hacen dinámica, refrescante, divertida. La estructura no lineal emulando al mejor Gondry en “Olvídate de mí”, el montaje, la ambientación, la banda sonora, y muchos detalles como la conversión de la imagen de video en bocetos a lápiz aportan un plus al largometraje haciéndola muy atractiva.

     Una de esas películas de las que te levantan el ánimo, te inspiran, de las que puedes rememorar escenas con tus amigos con una copa en la mano.

     Una gran comedía, un gran falso amor, un romántico dolido y una esperanza por venir. ¿Será el otoño tan bonito como promete?


Por Ardemo.

domingo, 16 de enero de 2011

Keith Richards: los riffs mas famosos del Rock & Roll

Keith Richards: el loco, el juerguista, el transgresor, el rebelde, el heroinómano, el guitarrista…son muchas las facetas de Keith por la que es conocido, la mayoría de ellas relacionadas con su personalidad o su forma de vida. Los Rolling Stones han sido siempre algo más que un grupo musical de éxito, han representado una forma de vida, el rock & roll en su estado más puro, con sus escándalos, con su sexo y con sus drogas, en definitiva un comportamiento idolatrado por muchas generaciones de jóvenes dispuestos a romper con todas las reglas de la sociedad y dispuestos a no ponerse ninguna clase de límites. Y si los Stones son vistos así, si representan eso, es principalmente por la figura de su lead guitar Keith, que junto con Mick formaron una sociedad que cambió los cimientos de la música para las siguientes décadas, expandieron el fenómeno del rock hasta cotas impensables y abrieron las puertas de lo que luego serían géneros mas duros en el mundo del rock.

El dúo Jagger/Richards ha firmado una lista inagotable de hits en los últimos 50 años, canciones caracterizadas por las letras y voz de Jagger, que si por algo será recordado es por su capacidad de representar el rock & roll en un escenario, el auténtico showman, y por el juego de guitarras que siempre ha protagonizado Richards junto con el segundo guitarrista de la banda, el cuál ha ido variando a lo largo de los años, las conversaciones que han tenido esas dos guitarras a lo largo de los numerosos discos del grupo han creado una manera de interpretar rock & roll.

Pero en muchos de esos éxitos, el sello de identidad lo marcan los riffs de guitarra con el que Richards los presentó, los riffs de guitarra gracias a los cuales las canciones son mundialmente famosas y han pasado a la posteridad.

A mediados de los 60 y cuando los Stones pasaron de ser un grupo de versiones que firmaban alguna canción suelta a ser un grupo que componía los temas de su repertorio, Richards despuntó sobremanera con esa faceta de riffman en temas como “Heart of Stone” una arrolladora balada soul, “The last time” de una frescura juvenil arrebatadora, “Get off of my cloud” un poco plagio de “Twist and shout” y sobre todo “Satisfaction” que pasaría a la historia como el riff más famoso del rock. Richards lo escribió de manera espontánea durante una gira americana, se despertó en mitad de la noche en un hotel de Florida, agarró la guitarra, se le ocurrió y se volvió a la cama.

Entre finales de los 60 y principios de los 70 los Rolling recorren a toda velocidad y sin frenos sus años más intempestivos y alocados, pero para muchos, entre los que yo me encuentro, ahí se encuentran sus mejores años y sus mejores discos. En esa época Keith nos deleita con unos cuantos riffs que quedarán como los mas golfos de la banda: repetitivo en “Mother`s little helper”, callejero en “Street fighting man”, histórico en “Jumpin´ Jack Flash”, genial en “Gimme shelter”, rockero en “Brown sugar” y potentes en “Bitch” o “Rocks off”.

Antes de que los Stones se convirtieran en cuarentones y empezaran a rebajar su nivel musical tuvieron tiempo para protagonizar escandalosas giras, discos referencia y hits archiconocidos. En esos años el carismático Ketih Richards nos deja riffs mágicos: en “Doo Doo Doo Doo (Heartbreaker)” seco y compacto, genuino en “If you can´t rock me”, puro stoniano en “It´s Only rock & roll”, básico en “Hot stuff”, rocanrolero en “Respectable”, suave y delicado en “Beast of burden”, inquietante en “Slave”, melódico en “Waiting on a friend” y electrizante en “Start me up”.

Las últimas décadas en los Rolling Stones han rotado en torno a giras mastodónticas pensadas mas que nada para hacer caja, ya que no ofrecen mucha novedad, y discos espaciados en tiempo, en este extenso periodo cabe destacar riffs calientes como en “Harlem suffle”, marchosos como en “Mixed emotions”, enérgicos como en “I go wild” o misteriosos como en “Baby break it down”.

Mr. Keith Richards un guitarrista que ha bebido de las aguas del blues y del rythm and blues y ha escrito unos cuantos de los riffs más famosos en la historia del rock, sin lugar a dudas uno de los grandes de las seis cuerdas, genio y figura.
por Caarte.

viernes, 14 de enero de 2011

Tino Soriano




Instantáneas ideadas, así podrían definirse las imagenes del amante de la Leica, pues en ellas uno encuentra la perfección técnica mezclada con la belleza más seductora del mundo que nos rodea. Y es que Tino Soriano podría pasarse horas esperando a que cada elemento del encuadre estuviera en su debido lugar, los colores en su correspondido espacio y las sombras compensando las luces dando lugar el equilibrio completo de la fotografia.


Tino tiene el don de plasmar la realidad creando cuadros perfectos con su característico punto de humor, fruto de la inspiración del maestro Elliot Erwitt. Con el objetivo de materializar estos elogios, he seleccionado una imagen que creo lo representa bastante.

De entrada, choca la división que Tino da a la imagen. Mediante una barra metálica, el fotógrafo parte la escena en dos espacios, uno dinámico y otro estático. En el primero, Tino no duda en encuadrar el haitiano de cintura para abajo, ganando así cercanía e impacto visual. Además, no pierde información sobre lo que ocurre en la escena puesto que aprovecha la sombra del retratado para contar lo que resta fuera de encuadre. Finalmente, la cereza del pastel, son los colores. Un primer plano potente de tonos cálidos capta nuestra atención, después la mirada se desliza a la sombra humana emmarcada por colores más tenues para terminar fijados en el haitiano pensativo que, curiosamente, reposa ante una pared de colores fríos. Casualidad? No, espera y devoción.

Así son las fotografias de Tino Soriano, un escondrijo de teorías del color, de la composición ni qué decir tiene de la exposición. Pero además, esconde un profundo lado humano que hace de sus imágenes algo bello y cercano.

por Nona Codina. (Colaboración).

martes, 11 de enero de 2011

Aunque tú no lo sepas: Luis García Montero+Quique Gonzalez

“Aunque tú no lo sepas” nació en 1994 dentro de las páginas del libro “Habitaciones separadas” del poeta granadino Luis García Montero. Este es una de las principales figuras de la poesía española actual. Su poemario se caracteriza por el realismo cotidiano: la ciudad, el hogar, el amor, el bar o la noche son temas recurrentes en él.
En este poema el granadino habla a la mujer imaginaria, a la belleza que no se sabe amada, a su amor platónico, a ese amor que crece en la imaginación y que es más profundo y bello que cualquier amor real:

Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo,
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes,
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuando te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz de un sueño
que no recuerdas cuando te despiertas.

Unos años mas tarde, un entonces jovencito madrileño, con ganas de canciones y escenario, componía una canción con el mismo título que el poema de García Montero. No era otro que Quique González. La bellísima canción la escribió para su admirado y padrino Enrique Urquijo, el triste y malogrado líder de Los Secretos, que la editó en su segundo disco con Los problemas “Desde que no nos vemos” en el año 1998.

La canción de Quique González está inspirada, imita algún verso y mantiene la idea principal del poema de Luis García Montero: cantar a la amada imaginaria, describiendo el mundo ideal que los dos han disfrutado en la mente del poeta.

Una auténtica joya de una delicadeza exquisita.

por Caarte.


lunes, 10 de enero de 2011

Mortal y rosa: el Umbral mas profundo.

Un niño, un hijo se convierte en el centro de tu vida, de tu existencia, de tus frescas mañanas, de tus silenciosas noches, de tu cotidianidad y de tu coyuntura, y si eres escritor se puede convertir en el eje de tu obra, en el pivote de tu novela, en la razón de ser de un diario íntimo. Este es el caso de “Mortal y rosa” editado en 1975 y escrito durante dos años a manera de diario reflexivo, sustentado, nacido en el día a día de Francisco Umbral. Como el mismo autor definiría, el libro es la novela de la memoria simultánea, y en ella Umbral colorea, traza, respira, ofrece una visión excelsa, riquísima en detalles de lo que para él es la vida, la literatura, la gente, el sexo y el hijo, Pincho, sobre todo el hijo, siempre el pequeño, rubio, inocente, risueño y frágil hijo.

Se podría decir que son casi doscientas páginas de poesía, porque el estilo de Umbral, su sello de identidad es el poema en prosa, una poesía sin límites, sin barreras, sin vallas, una poesía que vuela por el campo raudo y veloz, con un lenguaje sorprendente por su exuberancia y por sus abundantes metáforas.

También se podría decir que es un libro donde se interioriza la vida, donde el autor rasga su disfraz existencial y observa y cuenta lo que hay debajo en forma de novela ensayística, sin ningún tipo de orden y concierto, con un relato totalmente desestructurado: capítulos desiguales en extensión (uno de una línea: Estoy oyendo crecer a mi hijo) y en forma (prosa, poema en verso o poema en prosa).

El libro en su primera mitad goza de un clima se podría decir que optimista o vitalista, donde la vida es observada sino con entusiasmo e ilusión sí al menos con espíritu activo, donde cada pequeño detalle sobre el que reflexiona tiene un sentido, una causa y una magia innata: la belleza de la mujer, el paso del tiempo que escupe el espejo, las calles solitarias del domingo por la mañana e incluso la filosofía que puede ofrecer un tétrico lavabo de bar. En la segunda parte de la novela el pesimismo, la angustia y el sufrimiento empieza a inundarlo todo, la enfermedad del hijo empieza a avanzar y ya todo queda reducido al futuro gris y al lejano pasado, único lugar donde uno puede alcanzar la felicidad.

La novela orbita sobre la figura del hijo y todas las emociones que en el escritor despierta la ilógica e injusta enfermedad que le ha tocado sufrir a su pequeño vástago. El lirismo que rezuma todo el libro es el mejor homenaje que Umbral pudo hacer a su sucesor, al hijo donde se refleja el joven que un día fue el padre.

El adiós definitivo del niño une al padre y al hijo en un terreno común que es la muerte porque, aunque en el padre aún lata el corazón, él ya está muerto por dentro, no queda nada del hombre que un día fue, es cuando el muerto que todos llevamos dentro gobierna y ocupa cada pulgada de su ser y denuncia a los cuatro vientos el sinsentido, inutilidad, incoherencia y el vacío que es la vida y el mundo.

por Caarte.


viernes, 7 de enero de 2011

Psicosis: Agua, Cuchillos y Violines.


     Guarda mi memoria perfectamente la escena de aquella noche. La mía, mi escena. Agachándome para coger un VHS de la mesa del televisor, entornando las puertas de la habitación de mi padre y de mis abuelos a fin de no despertarles, pero también de ganar en aislamiento, en concentración y también, porque no decirlo, en soledad.  Girando el sillón para situarme en frente de la pantalla. Ya estamos listos para otra sesión de cine, una más, como una noche más de las de mi juventud. Que toca hoy… Hitchcock.
Play.
      Unos minutos después, tras ver la que quizás sea la escena más famosa de la historia del cine, me recuerdo abriendo las puertas de ambas habitaciones, tampoco viene mal sentirse acompañado esta noche.
Pero vayamos a la escena en cuestión, no a la mía, sino a la gloriosa escena de la ducha de Psicosis.
     Marion Crane huye tras haber robado dinero de la oficina donde trabajaba, en la huida recala en el motel de Norman Bates a pasar la noche. Se desnuda dispuesta a tomar una ducha, el agua cae sobre ella, disfrutando, todo rodado en un mismo eje direccional, es decir, con la cámara enfocando hacia la pared. Un primer cambio de eje excepcional, aunque falseado, puesto que habría que tirar la pared del baño para poder obtener este enfoque, nos permite ver una silueta de una anciana, que presuponemos la madre sobreprotectora de Norman, tras la cortina, Marion no la ve. Nosotros sí. Nosotros tenemos información que el personaje no tiene y le queremos avisar, pero no podemos. Esto es suspense. Se descorre la cortina, Marion grita indefensa, los planos son cada vez más cerrados hacia su boca,  y las puñaladas empiezan a caer, verticales, violentas, aunque la mayoría de ellas fallidas. La sangre empieza a brotar, a mezclarse con el agua, Marion se desliza por la pared, con los ojos abiertos, quizás viendo al verdadero asesino Norman Bates, algo que el telespectador no puede ver. Esto es suspense con mayúsculas. Una vez más el maestro del suspense da información a unos para quitársela a otros. Se resiste, se intenta agarrar a la cortina pero esta cede y cae violentamente al suelo. Genial encadenado del desagüe al ojo.
     La escena rodada a partir de un brillante storyboard de Saúl Bass (quien más tarde reclamaría la autoría de la dirección) sobra decir que es fascinante, prodigiosa cinematográficamente. Pero lo que realmente fascina es que a la media hora larga de película Hitchcock está matando a la protagonista, y no es una cualquiera, sino Janet Leigh, la estrella, el gancho comercial. Una vez más el maestro rompe con los cánones para situarse muy por encima de lo antes visto.
     La escena se rodó entre el 17 y el 23 de diciembre de 1959, siete días para menos de tres minutos de metraje. Consta de 50 planos con entre 71 y 78 ángulos (el número exacto se desconoce) de cámara. Exceptuando los planos de acercamiento a la ducha y posteriores al asesinato los planos son extremadamente cortos, violentos, cortantes. Lo que nos hace mantener, muy a nuestro pesar, la concentración al cien por cien. La alternancia de ángulos, picados, contrapicados, mezclando puñaladas con las manos de Janet intentando defenderse, gritos, es un prodigio de montaje. Sin embargo, todo es subliminal, prácticamente en ningún momento excepto en 4 fotogramas (una octava parte de segundo) vemos el cuchillo desgarrando el cuerpo de la protagonista, que en este caso no era Janet, dado que las escenas del cuerpo las rodó una doble, Marli Renfro. Para conseguir más autenticidad en los gritos dicen que el director usó, sin que Janet lo supiera, agua helada en la ducha. Para reproducir el sonido de las cuchilladas se clavó un puñal sobre un melón.
     En un principio Hitchcock y el genial compositor Bernard Herrman no están de acuerdo a la hora de musicalizar la peculiar escena de muerte. Sin embargo Bernard le sugiere al director que se vaya de vacaciones y vuelva para ver el resultado. Y es sencillamente esencial en la escena. Marion Crane recibe, 9 apuñalamientos. Nueve cuchilladas que el espectador percibe visualmente. Sin embargo Herrman, con los histéricos y chirriantes violines, propina al espectador un total de 50. Eso implica que mientras uno está viendo 9 puñaladas, lo que percibe psicológica y emocionalmente son 50 salvajes estocadas. Si hubiera acompasado los violines con los ataques, la secuencia no tendría efecto alguno. Por el contrario, al haber creado una situación irreal, lo que genera es un estado de auténtico caos, provocado por la brutal ruptura entre la percepción visual y sonora. Además, para impedir que el espectador pueda reaccionar, hace que el sonido no tenga la misma cadencia, sino que lo altera anárquicamente, multiplicando la sensación de desorden y, por consiguiente, de terror.

Por Ardemo.

martes, 4 de enero de 2011

Richard Hawley: Etiqueta negra.

Suena la voz de Richard Hawley en toda la casa, pinta las paredes de su calidez abismal y uno se siente sucio para degustar su sonido, esto no se puede oír en pijama, ni en chandal, ni siquiera en vaqueros y camiseta, esas canciones merecen un frac negro con pajarita y una copa de champagne al menos.

El bueno de Richard encontró su camino particular tras conocer las mieles del éxito como guitarrista de la mítica banda de Sheffield Pulp, con Jarvis Cocker al frente, pero la vida te pide nuevos horizontes, nuevas inquietudes, nuevas fantasías y él decidió lanzarse al mar de la serenidad, agarrar su guitarra y susurrar al oído sus paisajes, sus amores, sus noches en hoteles solitarios.

El tiempo pasa y su viento arrastra tendencias y se lleva modas lejos, muy lejos donde ya casi ni se ven ni se oyen, hasta que un día el viento las vuelve a traer resucitadas, frescas, recién pintadas, como tus canciones que un día ya muy lejano llenaban todo el espectro musical, tiempos de Frank Sinatra, Bing Crosby o Tony Benet, tiempos de whisky, sombreros y trajes a medida, tiempos ya pasados, gastados, oxidados, apenas Chris Isaak logró cantarnos hace no mucho de la manera que tú lo haces.

Ya no hay crooners como los de antes, la gente no sabe que son, suena a marca de cerveza, cerveza negra, fina, limpia, eso sí. Ya nadie canta mirando a los ojos, ya nadie incrusta su música en la mirada del oyente, todo es más ligero, más tenue, más superficial, tus temas no, esos todo lo calan, todo lo llenan, son de oro de 18 kilates, a veces se posan en el sofá y se duermen meciéndose en tu regazo a veces flotan en el ambiente, como el humo de un cigarrillo que parece que no se mueve pero lentamente va cambiando de forma y todo lo impregna.

Tus  discos hay que escucharlos a oscuras en la habitación, así el tiempo se detiene y no hay nada más en el universo que tu voz y mis oídos, tu obra y mi mente, tu sonido y la penumbra, la tiniebla total es tu hábitat natural sí, una vela pálida y ardiente como mucho, una vela que ilumine y muestre el sendero a tus versos, tus fraseos lentos, calmados, tiernos y templados para que puedan llegar suavemente a su quietud, a su descanso final.

por Caarte