Corría el año 2001 y un tal Nacho
Vegas sorprendió a propios y extraños con uno de los discos más crudos y
personales que se recuerdan: "Actos Inexplicables". Publicado por Limbo Starr,
el músico asturiano se desmarcaba de lo que por aquel entonces se conocía como
“moderno” en los círculos del incipiente indie español para abrirse en canal y
destriparse en público. Ejercicio kamikace , que no era lo que se llevaba por
aquel entonces precisamente, plagado de conflictos personales y familiares,
drogas y excesos de por medio, impregnaron
su sombra de una innegable aura de
malditismo. Y entonces, en vez de recular, llegó 2003 y con él su segunda
entrega: "Cajas de Música Difíciles de Parar". El salto fue mortal, la apuesta, a
doble o nada: 20 canciones que ahondaban, aún más si cabe, en todos esos
conflictos personales, sí, pero que parecían ponernos delante un sucio espejo, mostrándonos una realidad algo distinta a la que
queríamos ver.

Para contrarrestarlo, Vegas nos da
respiros con canciones en las que parece relajarse un poco en cuanto a textos
se refiere, proponiendo juegos como "Tu Nuevo Humidificador" o "Por Culpa de la
Humedad", que tampoco están exentos de mirada crítica o con historias adictivas
como "Maldición" o la de ese perdedor que
dejan tirado en la acera.
Malditismo, intensidad, drogas
(“buscadme ahí, en el jardín de la duermevela” canta sin tapujos) misantropía,
todas las canciones llevan a lo mismo, si, pero quizá la característica más
reconocible de Nacho, la que hace de él uno de nuestro mejores artistas, la podamos encontrar cuando convergen en el
mismo punto ironía y dolor. Porque, seamos claros, en este disco hay mucho
dolor y está maravillosamente reflejado. Escuchad "En La Sed Mortal", no se me
ocurre mejor ejemplo.
Vegas se desmarcó de la escena indie
para volar en solitario y en su camino se dio de bruces con más preguntas que
respuestas. Quizá se le cayeron las alas, pero lamió sus heridas con estas
canciones. Y cimentó su leyenda.
Por Berto.
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