martes, 1 de abril de 2014

Dylan en Sabina

“Si mi carrera y la de Dylan se parecen en algo es en que todo lo que yo he hecho el cabrón de Dylan ya lo había hecho veinte años antes”, así de rotundo se expresa Joaquín Sabina cuando se le pregunta por uno de sus grandes mitos. Porque Sabina  (Úbeda, Jaén, 1949) tiene muchos referentes en el mundo de la música y la literatura: Leonard Cohen, José Alfredo Jiménez, Keith Richards, Chavela Vargas, Javier Krahe, Cesar Vallejo, Ángel González,  Gil de Biedma, George Brassens, Bryce Echenique, Serrat y un largo etcétera, pero si Joaquín es quién es, lo es gracias a su temprana admiración y ferviente devoción por Bob Dylan, el cantautor universal, que lo empujó a acompañar sus versos de una guitarra acústica, contar historias de atractivos perdedores, cantar al oído a las rubias más guapas del lugar y a subirse a trenes nocturnos que nunca llegaban a donde debían.
Podemos decir que sí, que Sabina es nuestro Dylan particular, no sólo por la demostración de talento que ha jalonado su carrera, sino por el éxito alcanzado y la impronta que su obra ha dejado tatuada en la sociedad actual. En pocos cantantes la letra escrita, sus versos, han tenido tanta importancia como en las carreras de Dylan y Sabina, son eso, antes letristas que músicos.
Sabina a lo largo de su carrera ha rendido pleitesía a Dylan en varias ocasiones, ya sea en forma de versiones,  de homenajes o de simple coincidencias. Ya en sus inicios, en los tiempos del Sabina más golfo y desenfadado, esa época previa al gran reconocimiento masivo  que fueron sus años de La Mandrágora y que el propio Joaquín reconoce como su ideal de éxito y felicidad, Sabina interpretaba una versión bastante libre y cachonda del “Man Gave Name To The Animals” de Dylan del 1979.
También por esa misma época del almanaque particular de Joaquín, este escribía una de sus canciones más logradas, "Pongamos Que Hablo De Madrid", un auténtico himno a su ciudad de adopción, en la cual, bajo la incrédula perspectiva de un joven de provincias retrataba a la metrópoli que le acogió entre una mezcla desencanto y romanticismo. La frialdad y el aspecto hostil con que Joaquín describe a Madrid está claramente influido por el “Talkin` New York” del primer disco de Dylan, donde el bueno de Bob relata su llegada a la ciudad de los rascacielos sin más equipaje que una mochila cargada de sueños y versos.

Dejando atrás los pueblos que más quiero
Pensaba que había pasado momentos buenos y malos
Hasta que llegué a New York
Gente metiéndose bajo tierra
Edificios subiendo hasta el cielo”

Sabina ha repetido en muchas ocasiones que para él la canción perfecta, esa que tiene todo lo que una canción debe tener es “Knockin` On Heaven´s Door”, escrita por Dylan para su disco y banda sonora de la película “Pat Garret & Billy The Kid” y que Joaquín versionó en su “No Puedo Enamorarme De Ti”, que a su vez apareció en un disco de Antonio Flores.

Y como no, Sabina que ha escrito sonetos a todo quisqui no podía hacerle un feo a Bob, este por supuesto también tiene su particular retrato:

“Dylan es tantos hombres que me pierdo
Apenas aprendido, te despista:
El folksinger, el duro, el loco, el cuerdo;
El francotirador de la autopista

El máster de las vísceras urgentes;
El novio de la Virgen del Asombro
Que esconde una Gillette entre los dientes
Cuando sale a cantar manga por hombro

Qué tormenta de otoño en primavera;
Otra vuelta de tuerca, otro verano
Por los de abajo, desde tan arriba.

Más joven y más viejo que cualquiera.
Tan lejos y tan cerca de fulano:
Roberto Zimmerman en sangre viva.”

En uno de los últimos discos de Joaquín, cuando Joaquín ya no es Sabina, es decir, la etapa post “19 días y 500 noches”, más concretamente en “Alivio De Luto”, encontramos en los agradecimientos un recuerdo para Dylan, según Joaquín por el aire tan dylaniano que impregna todo el álbum, algo que se observa de manera evidente en “Resumiendo”, un tema de dos acordes que me recuerda en su comienzo a la grandiosa “Hurricane” que el americano escribió para el boxeador  “Huracán” Carter.
Los dos geniales poetas ya llevan muchos kilómetros a sus espaldas, y el final del camino cada vez está más cerca. Si Joaquín ha pasado hace tiempo los sesenta, Bob ya ha pasado los setenta, y los dos han escrito, cada uno a su manera, su visión acerca del tema. Por un lado Joaquín, al cumplir los cincuenta (como le gustaría pillarlos ahora) tira de su típica sorna para abordar su acercamiento al eterno reposo en “A Mis 40 Y Diez”.

“Pero sin prisas, que, a las misas de réquiem
Nunca fui aficionado,
Que, el traje de madera, que estrenaré,
No está si quiera plantado,
Que, el cura que ha de darme la extrema unción,
No es todavía monaguillo,
Que, para ser comercial esta canción
Le falta un buen estribillo”

Por su parte Dylan se muestra mucho más solemne y melancólico en su hermosa “Not Dark Yet”, editada cuando se acercaba a los sesenta.

“Nací aquí y aquí moriré en contra de mi voluntad,
Ya sé que parece que me marcho, pero estoy quieto,
Cada nervio de mi cuerpo está ausente e insensible,
Ni siquiera recuerdo de qué vine huyendo,
Ni siquiera oigo el murmullo de una oración,
Aún no ha oscurecido, pero no va a tardar”

Los dos temas son de los mejor del repertorio de ambos cantautores, auténticas oraciones que sacan lo mejor de su poesía para emocionarnos. Pero si hablamos de canciones buenas, tenemos una última similitud u homenaje en dos de las canciones más conocidas, a la vez que mejores, en la carrera de ambos, se trata de “Princesa” y “Like A Rolling Stone”. Las dos narran la caída a los infiernos de una joven musa llena de atractivo que en su día gozó de un pasado esplendoroso pero que el presente las ha situado en la peor de las miserias. Por un lado Dylan empieza cantando:

“Érase una vez en que tú vestías tan bien,
Lanzabas una moneda a los vagabundos desde tu primera clase, ¿no?,
Le gente te llamaba la atención, “Cuidado muñeca, te vas a caer”,
Pensabas que todos te tomaban el pelo.
Te acostumbraste a reírte de
Todos los que estaban tirados,
Ahora ya no hablas tan alto,
Ahora ya no pareces tan orgullosa
De tener que estar gorroneando tu próxima comida.”

Mientras, Sabina lo hace a su manera:

“Entre la cirrosis y la sobredosis
Andas siempre muñeca
Con tu sucia camisa y, en lugar de sonrisa,
Una especie de mueca.
¿Cómo no imaginarte, cómo no recordarte?
Hace apenas dos años
Cuando eras la princesa de la boca de fresa,
Cuando tenías aún esa forma
De hacerme daño.”


Por Caarte.

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